
Según el censo de 1876, los pobladores de Chilca iban en burro a pescar en las aguas de Pucusana. Durante el gobierno de Billinghurst, a raíz de una visita que hiciera el propio presidente a la comarca, se pensó prolongar hasta allí el ferrocarril Lima-Lurín; la idea no se materializó. En 1917 se construyeron las primeras casas para abrigo de los pescadores pero en 1920, con la edificación de la vivienda de don Santos Jacobo, natural de Chilca, nació el balneario, pues este señor fue el primero que se quedó permanentemente con su familia; dos años después, llegaron a radicarse Emilio Navarro y José Carrillo. En torno de los hogares de estos tres chilcanos se levantó posteriormente la ciudad. Pero la falta de agua limitó el crecimiento del balneario. Ya en 1928, por ejemplo, era negocio el acarreo de ella. Se hacía en asnos cargados de porongos y era cambiada por pescado. En 1930, Eleodoro Tuma vendía el agua en barriles a 0,20 centavos cada uno y, posteriormente, Hilario Caycho la llevaba en camiones. Estos hechos estimularon el doblamiento.

Hasta 1929, todos los habitantes eran chilcanos, pero ese año llegó el alemán Shoders, quien construyó su casa y llevó el primer automóvil que conoció el pueblo. Luego, entre 1930 y 1935, se construyeron en las Islas Galápagos las primeras “residencias” veraniegas. Ernesto Devéscovi, Enrique Torres Belón y un coronel apellidado O’Connor fueron los primeros vecinos de Lima que las construyeron.
La construcción de la Panamericana Sur en los años 30 puso en evidencia las ventajas de Pucusana. Aparte de los mencionados “residentes”, fue la Asociación Cristiana de Jóvenes la que, entre 1930 y 1940, levantó allí campamentos de verano. Un señor, Vera y Vera, fue el promotor de esta empresa, quien dictaba charlas a jóvenes cristianos en el comedor del primer restaurante que se fundó en Pucusana: “Delicias”. En 1930, Ricardo Cuya funda la primera tienda o bodega, que sobrevive hasta 1940, año en que Juan Manco establece la suya. En 1940 aparecen los restaurantes “Venecia”, de Emilio Navarro; “La Perlita” de Hermógenes Navarro, y el “Hotel Salón Blanco”, de Porfirio Navarro. Eran de madera y sus dueños vivían de la pesca.
Hacia 1940, Pucusana era todavía un caserío donde Santos Jacobo, quien introdujo la primera chalana en 1922, y Eutimio Ávalos competían en la “regata de chalanas” cada 3 de mayo y 8 de diciembre hasta 1950. Pucusana contaba entonces con unas 30 familias de pescadores y, en 1943, se convirtió en distrito. Así, la vieja “Agencia Municipal” se convierte en Municipio, se inicia el levantamiento del plano regulador (culminado en 1952) y se impulsa la venta de terrenos urbanos. Los bajos precios de los terrenos, la carretera ya existente y la cercanía a Lima impulsaron su crecimiento.
La carretera a Lima quedó terminada en 1951 y fue inaugurada por el entonces alcalde Félix Gilardi. Pucusana seguía creciendo y vio levantarse nuevas residencias no solo en su área urbana sino también en las playas de Naplo, las Ninfas y la Isla Galápagos. Algunos pensaron transformar toda Pucusana en balneario pero esto hubiera significado erradicar a los pescadores que habían fundado el caserío. Afortunadamente, ellos siguieron allí y son los que le dan sentido y razón al pueblo de Pucusana. Los pescadores estaban asociados en un gremio que se fundó en 1925, se reorganizó en 1927 y obtuvo su reconocimiento oficial el 10 de abril de 1944.
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